El Alzheimer es una de las formas más conocidas de demencia. Se trata de una enfermedad degenerativa, irreversible que en forma lenta y progresiva destruye las células del cerebro. Inicialmente ataca a la mente y lo hace con la parte motora del cuerpo. Tiene dos fases, la amnésica y la demencial. En la primera es cuando el paciente presenta problemas de memoria. En la segunda, significa que la persona ha perdido autonomía e independencia y después empieza a perder otras funciones cognitivas como el lenguaje, percepción visual, razonamiento, conducta.
Se calcula que en el mundo hay 24 millones de personas con Alzheimer. Según los científicos, las mujeres sufren más de esta enfermedad que los hombres por una razón: viven más que ellos. Además, el mal está relacionado con la edad, a más acumulación de años hay mayor riesgo.
Según una investigación realizada Juan Carlos Salazar Uribe, como parte de su tesis doctoral en la Universidad de Kentucky, las personas con menor nivel educativo tienen, aproximadamente, tres veces más riesgo de sufrir el mal de Alzheimer que aquellas que tienen un nivel de escolaridad alto.
El estudio se basó en los resultados de 7 medidas anuales que se practicaron a 678 monjas en distintas ciudades de Estados Unidos. Del total, 420 padecían la enfermedad, que afectaba a quienes tenían edades entre los 75 y los 102 años.
Los resultados del análisis determinaron cuál es el grado de asociación de diferentes factores influyentes en la vida de los individuos que realizaron el test con la enfermedad de Alzheimer. En particular, el factor educativo mostraba una fuerte asociación. Aquellas personas que poseían un bajo nivel educativo presentaban más riesgo de padecer la enfermedad que aquellas que habían estudiado o tenían un nivel educativo más alto.
La investigación del estadístico corroboró también las conclusiones de otras investigaciones en las que se le atribuye a la presencia de la molécula apolipoproteina-E la propensión a padecer este mal. “Es un factor genético identificado en estudios anteriores, los cuales establecen la relación con la enfermedad de Alzheimer.
Para Francisco Lopera, coordinador del Grupo de Neurociencias de Antioquia, “las personas que tienen mayor nivel educativo aparentemente están más protegidas en el sentido de que tienen más reservas cognitivas y la enfermedad la empiezan más tarde y los afecta de manera menos grave (…) Es decir, que la escolaridad y el trabajo intelectual son un factor protector”. Sin embargo, el investigador puntualizó con claridad en que esto no aplica en personas que padecen de Alzheimer genético. Uno de los énfasis que hace el profesor Juan Carlos Salazar Uribe, basado en los resultados de su estudio estadístico, es la prevención.
Los tratamientos paliativos para mejorar calidad de vida y síntomas como el dolor o el insomnio son el pan del cada día para los ancianos, pero no son suficientes. Además, debe haber un acompañamiento familiar, grupos de apoyo y trabajo cognitivo.
“Para personas de la tercera edad resulta más apropiado y menos costoso implementar una política de prevención que de intervención. A ellas se les puede sugerir que se mantengan ocupados, haciendo algo académico, leyendo, incluso iniciando estudios nuevamente en vez de acudir a drogas que podrían tener efectos secundarios indeseados”
La gama de recomendaciones de los expertos van desde tener una buena alimentación, hacer crucigramas y sopas de letras, jugar ajedrez, armar rompecabezas, hasta cuidar las plantas y aprender un nuevo idioma, solo por mencionar algunas. En conclusión, lo importante es tener la mente ocupada, tal y como lo recomienda la sabiduría popular.
Se calcula que en el mundo hay 24 millones de personas con Alzheimer. Según los científicos, las mujeres sufren más de esta enfermedad que los hombres por una razón: viven más que ellos. Además, el mal está relacionado con la edad, a más acumulación de años hay mayor riesgo.
Según una investigación realizada Juan Carlos Salazar Uribe, como parte de su tesis doctoral en la Universidad de Kentucky, las personas con menor nivel educativo tienen, aproximadamente, tres veces más riesgo de sufrir el mal de Alzheimer que aquellas que tienen un nivel de escolaridad alto.
El estudio se basó en los resultados de 7 medidas anuales que se practicaron a 678 monjas en distintas ciudades de Estados Unidos. Del total, 420 padecían la enfermedad, que afectaba a quienes tenían edades entre los 75 y los 102 años.
Los resultados del análisis determinaron cuál es el grado de asociación de diferentes factores influyentes en la vida de los individuos que realizaron el test con la enfermedad de Alzheimer. En particular, el factor educativo mostraba una fuerte asociación. Aquellas personas que poseían un bajo nivel educativo presentaban más riesgo de padecer la enfermedad que aquellas que habían estudiado o tenían un nivel educativo más alto.
La investigación del estadístico corroboró también las conclusiones de otras investigaciones en las que se le atribuye a la presencia de la molécula apolipoproteina-E la propensión a padecer este mal. “Es un factor genético identificado en estudios anteriores, los cuales establecen la relación con la enfermedad de Alzheimer.
Para Francisco Lopera, coordinador del Grupo de Neurociencias de Antioquia, “las personas que tienen mayor nivel educativo aparentemente están más protegidas en el sentido de que tienen más reservas cognitivas y la enfermedad la empiezan más tarde y los afecta de manera menos grave (…) Es decir, que la escolaridad y el trabajo intelectual son un factor protector”. Sin embargo, el investigador puntualizó con claridad en que esto no aplica en personas que padecen de Alzheimer genético. Uno de los énfasis que hace el profesor Juan Carlos Salazar Uribe, basado en los resultados de su estudio estadístico, es la prevención.
Los tratamientos paliativos para mejorar calidad de vida y síntomas como el dolor o el insomnio son el pan del cada día para los ancianos, pero no son suficientes. Además, debe haber un acompañamiento familiar, grupos de apoyo y trabajo cognitivo.
“Para personas de la tercera edad resulta más apropiado y menos costoso implementar una política de prevención que de intervención. A ellas se les puede sugerir que se mantengan ocupados, haciendo algo académico, leyendo, incluso iniciando estudios nuevamente en vez de acudir a drogas que podrían tener efectos secundarios indeseados”
La gama de recomendaciones de los expertos van desde tener una buena alimentación, hacer crucigramas y sopas de letras, jugar ajedrez, armar rompecabezas, hasta cuidar las plantas y aprender un nuevo idioma, solo por mencionar algunas. En conclusión, lo importante es tener la mente ocupada, tal y como lo recomienda la sabiduría popular.
Sorprendente
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