Teniendo
en cuenta el envejecimiento de la población (sobre todo en occidente),
uno de los grandes retos de la ciencia, en general, y de la ciencia
médica en particular, es encontrar vías de acción
para solventar en la medida de lo posible todos los inconvenientes que
surgen con el transcurrir de los años. No quiero decir con esto que el
envejecimiento sea un lastre o algo a evitar, naturalmente que tiene
aspectos positivos, pero hay otros (que todos
tenemos en mente) que no lo son.
Uno de ellos, de esos aspectos negativos a
los que todos y todas tememos enfrentarnos, es el deterioro cognitivo,
cuyo representante más imponente probablemente sea el Alzheimer —pero no
es el
único, está secundado por otros secuaces también temibles—. Y qué
duda cabe de que el tratamiento farmacológico es una aproximación
necesaria, en ocasiones, para tratar el deterioro, pero no es la única,
ni siempre la más eficaz. Existen otras alternativas
menos agresivas y que pueden resultar muy efectivas. En lo que sigue
queremos centrarnos en una concretamente: la psicoestimulación
cognitiva.
Con la psicoestimulación se trabajan de
manera efectiva distintas áreas cerebrales, relacionadas con el
lenguaje, la atención, la memoria o la percepción, por ejemplo. Existen
múltiples estudios*
que defienden la tesis de la utilidad del entrenamiento cognitivo como
método paliativo para tratar el Alzheimer y otros trastornos similares.
Es un método probado y, si es llevado a cabo por profesionales, de
utilidad incuestionable. Con esto no quiero decir
que a través de la psicoestimulación se cure el alzheimer, por supuesto
que no. Lo que sí es seguro es su incidencia positiva en la
neuroplasticidad, que tiene como consecuencia directa en cómo nuestro
cerebro afronta su deterioro cognitivo.
La neuroplasticidad se refiere a cómo es
capaz nuestro cerebro de afrontar los cambios y su capacidad de
adaptación para mantener el equilibrio. Y aunque el azheimer en
particular, y el deterioro
cognitivo en general, atacan de manera directa a esa capacidad de
resiliencia cerebral, el entrenamiento cognitivo lo que posibilita
mejorar las posibilidades de regenerarse de las neuronas afectadas, y de
que éstas consigan elaborar nuevas interconexiones.
En este sentido, un alto grado de
neuroplasticidad deja en mejor posición a nuestro cerebro de hacer
frente al deterioro. Y el entrenamiento cognitivo es fundamental para
lograrlo.
En internet encontramos apps, talleres y
páginas dedicadas a dar consejos e impartir actividades de
psicoestimulación cognitiva. Lo mismo que entrenamos nuestro cuerpo,
también debemos entrenar
nuestro cerebro.
*Por ejemplo, el realizado por J.S.
Kizmiller, “Evaluation of prospective memory training for individuals
with mild Alzheimer’s disease”, publicado en 2002 en Brain and
Cognition; o el más reciente
elaborado por Mª Dolores Zamarrón Cassinello, Luis Tárraga Mestre* y
Rocío Fernández-Ballesteros “Plasticidad cognitiva en personas con la
enfermedad de Alzheimer que reciben programas de estimulación
cognitiva”, publicado en Psicothema.
La psicoestimulación es muy importante para el neurodesarrollo, ya que se trabajan de manera efectiva distintas áreas cerebrales, relacionadas con el lenguaje, la atención, la memoria o la percepción.
ResponderEliminarGenial este artículo. El cerebro siempre se puede entrenar.
Desde Capacita-le os animamos a ello, tanto para niños/as como para adolescentes y adultos/as.
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